Título: Apolo y Dafne
Autor: Gianlorenzo Bernini
Año: 1625
Material: mármol
Medidas: 243 cm de altura
Ubicación: Galeria Borghese, Roma
Autor: Gianlorenzo Bernini
Año: 1625
Material: mármol
Medidas: 243 cm de altura
Ubicación: Galeria Borghese, Roma
El dinamismo de esta obra y la tensión dramática que aportan sus gestos hacen de ella una de las primeras muestras plásticas del movimiento transformado en arte. Su dinamismo se basa en el desequilibrio de unas fuerzas enfrentadas, como el que se produce entre el amor posesivo de Apolo y la huida de Dafne o entre el gesto obsesivo del dios dios y el instante de horror paralizante de la ninfa.
El desequilibrio dinámico y anímico provoca en el espectador el irresistible deseo de un deselace pacificador y que Bernini sólo insinúa. En este sentido, es una obra abierta, dónde el escultor no nos muestra el desenlace, sino el momento cumbre de la narración. Para salvarla de Apolo, Perneo accede a los ruegos de su hija y la metarmofosea en laurel. Pero esta transformación apenas está insinuada. Hay que buscar la metamorfosis en la mente del espectador, donde también están las raíces en que se transforman los pies de la ninfa y las frondosas ramas de laurel en que se convertirán sus brazos.
Al rodear la obra, descubrimos un sinfín de secuencias cinéticas surgidas de los claroscuros y contrastes que aparecen al cambiar de perspectiva. Ante nuestros ojos brota un espectacular ballet naturalista, de efectos e ilusiones teatrales que hace que nos preguntemos si es Dafne o el propio mármol quien se transforma en laurel.
Trabajo ejemplar en el tratamiento de este mármol, que Bernini usará como nadie, y que nos deja obras tan emblemáticas como esta, a merced de nuestros ojos y para la contemplación del espectador.
El desequilibrio dinámico y anímico provoca en el espectador el irresistible deseo de un deselace pacificador y que Bernini sólo insinúa. En este sentido, es una obra abierta, dónde el escultor no nos muestra el desenlace, sino el momento cumbre de la narración. Para salvarla de Apolo, Perneo accede a los ruegos de su hija y la metarmofosea en laurel. Pero esta transformación apenas está insinuada. Hay que buscar la metamorfosis en la mente del espectador, donde también están las raíces en que se transforman los pies de la ninfa y las frondosas ramas de laurel en que se convertirán sus brazos.
Al rodear la obra, descubrimos un sinfín de secuencias cinéticas surgidas de los claroscuros y contrastes que aparecen al cambiar de perspectiva. Ante nuestros ojos brota un espectacular ballet naturalista, de efectos e ilusiones teatrales que hace que nos preguntemos si es Dafne o el propio mármol quien se transforma en laurel.
Trabajo ejemplar en el tratamiento de este mármol, que Bernini usará como nadie, y que nos deja obras tan emblemáticas como esta, a merced de nuestros ojos y para la contemplación del espectador.
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